hechos, con el fin último de justificar la
violencia. Por ello, educar para la paz es urgente:
“la educación para la paz significa proveer
las personas y a los grupos sociales de la
autonomía suficiente para que puedan
discernir y razonar acerca de la realidad que
los rodea y, finalmente, decidir con toda
libertad la defensa de los derechos propios y
de las y los demás; la aceptación de
diferencias y divergencias de una manera
no-violenta, donde además se reconozca y
valore la diversidad y las particularidades de
los distintos territorios en nuestro país”
(Oficina alto comisionado para la paz, 2017,
p. 18)
Siguiendo el argumento presentado
anteriormente, paz va más allá de ausencia de un
conflicto. Educar para la paz es educar en
libertad, por la libertad de los derechos, por el
bien común. Inculcar paz es fomentar tolerancia,
aceptación de las diferencias como elementos
enriquecedores de nuestra cultura, historia y
tradiciones. Para educar en la paz es necesario
asumirla “desde una perspectiva holística y
sistémica en la que todo está vinculado y
conectado”.
Formación para la paz
Para lograr una formación para la paz es
necesario establecer un concepto de paz, alejado
del concepto relacionado con “situaciones de no
violencia”, paz va más allá de la ausencia de
acontecimientos, la paz es “como todo el
conocimiento humano, es el resultado de las
experiencias de las comunidades culturales a lo
largo de la historia, y su virtualidad depende en
buena medida de su capacidad para escuchar con
parejo interés las aportaciones de cada cultura”
(Muñoz -Muñoz, 2004, p. 27).
Partiendo de esta definición, la formación
para la paz es una propuesta integral en la vida de
todo ser humano, que interactúa en un medio
social, donde las diferencias enriquecen su
experiencia de ser ciudadano y lo mueven a
construir la paz desde allí. Al mismo tiempo,
dentro de la formación en paz se debe tener
presente la cultura de paz “para que, en vez de
tener una expresión violenta y destructiva, las
situaciones de conflicto puedan ser
oportunidades creativas, de encuentro,
comunicación, cambio, adaptación e
intercambio” (Fisas, 2002, p. 349), es decir, la
paz como proceso cultural, implica un cambio de
pensamiento, tradiciones y acciones frente a los
hechos conflictivos y su transformación en
aspectos positivos que contribuyes a la
consecución de la justicia.
Así mismo, dentro de la formación para la
paz es necesario plantear una pedagogía para la
paz, para el proyecto se optó por un modelo
pedagógico que promueve la participación e
interacción de los protagonistas, es decir de los
mismos jóvenes. Por ello la pedagogía popular
encarna la forma de enseñar desde el
reconocimiento de las estructuras y dinámicas
que determinan las vidas de las y los estudiantes,
para brindarles herramientas, habilidades y
técnicas que les permitan su autodescubrimiento,
participación y organización, para el mejor
entendimiento de su destino histórico (Oficina
alto comisionado para la paz, 2017, p. 45).
Mediación escolar
El común denominador dentro de las
instituciones educativas, las normas de
resolución de los conflictos escolares se realizan
de manera vertical, las directivas o docentes
establecen las acciones apropiadas que debe
realizar un estudiante y lo que no debe hacer, la
manera en cómo deben de comportarse, vestirse,
peinarse e incluso el molde de ser humano que
desean formar. Esta realidad convierte el manual
de convivencia en “un instrumento de coacción
externa al sujeto, mutándose en instrumentos
violentos, por lo que generan antivalores, en vez
de actitudes axiológicas educativas” (Piero-i-
Gregori, 2005, p. 142), si bien la intención del
manual de connivencia es garantizar los mínimos
necesarios para una adecuada convivencia
escolar, deja lado la reflexión, el pensamiento
crítico, sentires y emociones de los protagonistas
de la escuela o el colegio, los estudiantes.
El colegio pensado, diseñado desde una
mentalidad adulta para niños y jóvenes, haciendo
énfasis en resolución de los conflictos, convierte
a los estudiantes en simples espectadores en
espera de un tercero que les automatice el
procedimiento a seguir, incluso como resolver
sus diferencias personales, reprimiendo el
sentido del diálogo, participación y construcción
de ciudadanía, generando como resultado un