Introducción
Generalmente, cuando se habla de
educación y de escuelas, se pone el foco en
aquello que quizás resulte más fácilmente
medible: los resultados académicos obtenidos
por los alumnos, los informes del Programme
for International Student Assessment (PISA),
traducido al español como Programa
Internacional para la Evaluación de
Estudiantes u otros componentes o procesos
de la educación alejados de lo que sucede
dentro de la escuela. Son aspectos meramente
académicos con características abstractas. Por
ello, es indispensable también investigar otros
conceptos inherentes de las escuelas.
En los últimos años, la comunidad
educativa ha hecho un gran esfuerzo para
entender tanto qué les pasa a los alumnos,
como el modo de relacionarse con sus
escuelas. Se ha tratado, incluso, de aunar
aspectos académicos, emocionales y
psicológicos investigando qué factores
pueden propiciar el fracaso escolar. También
se ha investigado la correlación entre la
implicación escolar con otros factores como
el cansancio escolar (conocido también como
student burnout).
Uno de los conceptos más investigados,
y que mayor relevancia ha tenido en los
últimos años es, sin lugar a duda, el de la
implicación escolar. Este concepto atiende a
la manera que los alumnos tienen de
relacionarse con su escuela e implicarse en la
misma. Fredricks et. al. (2005) ofrece una
definición del mismo. Esta es la más aceptada
por la gran mayoría de autores donde se
distinguen tres tipos de implicación:
1. Implicación emocional: caracterizada
por recoger todas las reacciones
emocionales, sean positivas o
negativas, así como el sentimiento de
pertenencia al centro. (Connell, 1990;
Finn, 1989; Voelkl, 1997).
2. Implicación conductual: se centra en
la participación del alumno en las
actividades del centro; además se
considera imprescindible para
conseguir buenos resultados
académicos (Connell, 1900; Finn
1989).
3. Implicación cognitiva: se refiere al
esfuerzo que un alumno está dispuesto
a llevar a cabo para entender tanto
ideas como destrezas complejas. Hace
referencia también al esfuerzo de ir un
poco más allá del mínimo exigido
(Corno & Mandinach, 1983; Newman
et. al. 1992).
Existen varios trabajos en este aspecto,
tratando de ver qué factores pueden influir en
la implicación escolar. Se ha comprobado, por
ejemplo, que las variables edad o sexo
influyen en el concepto de implicación
escolar (Costa & Tabernero, 2012; Ramos-
Díaz et al., 2017). De igual modo, hay otras
investigaciones sobre la relación de
implicación escolar con otras variables como
son el contexto familiar, el tipo de
escolarización, y los problemas de conducta.
Sin lugar a duda, es un término de
interés tanto para investigadores como para
profesores. Ofrece una visión global de la
relación de los estudiantes con su escuela, a la
par que es un factor muy importante para
predecir el abandono escolar (Connell, 1990;
Finn, 1989). La manera de medir el nivel de
implicación escolar actualmente puede llegar
a ser escasa o, en cierto modo, imprecisa. Por
ejemplo exponer, que “los alumnos de cierto
barrio o centro tienen niveles de implicación
cognitiva bajos”, no aporta mucha
información si no se investiga también el
contexto escolar donde se han recogido esos
datos. Se hace, por tanto, necesario investigar
la cultura de esa escuela si se quiere explotar
la información de los datos sobre implicación
escolar; esto es, resulta imprescindible
conocer qué sucede dentro de la escuela.
Desarrollo
Los trabajos de investigación sobre
implicación escolar, en su gran mayoría,
tienen en cuenta el contexto externo de la
escuela recogiendo datos, entre otros, sobre
nivel socioeconómico del lugar, ubicación, y
origen del alumnado. Dicho proceso resulta
lógico y se aplica en la mayoría de las