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De la Homogeneidad a la Diversidad en la Escuela
From Homogenity to Diversity at School
La escuela tiene la responsabilidad de lograr que los estudiantes aprendan a convivir de
manera armónica en la sociedad. El presente ensayo se enmarca en el método inductivo, en
el paradigma humanista, con enfoque cualitativo, de tipo interpretativo y con un diseño
narrativo de tópico, para reflexionar sobre cómo la tarea de la escuela en la realidad actual
para atender la diversidad de los educandos conlleva a preferir el camino de la
homogeneización de todos los procesos en vez del reconocimiento de dicha diversidad. De
ahí que sea necesario analizar desde algunos postulados e investigaciones, el papel de la
escuela en la transformación que se requiere para construir escenarios participativos,
democráticos en donde se reconozca al Otro desde su diversidad en lo singular y colectivo.
Este análisis permite evidenciar los retos y desafíos que tiene la educación para comprender
la diversidad como un camino clave para la convivencia escolar y contribuir a un arquetipo
de escuela que se construye de manera colectiva y donde lo distinto es comprendido como
propio del ser humano.
Palabras clave: Diversidad, homogeneización, escuela.
¹Universidad Metropolitana de
Educación Ciencia y Tecnología -
UMECIT
¹https://orcid.org/0000-0001-6828-0270
¹Colombia
Gómez-Gómez, M. (2023). De la
Homogeneidad a la Diversidad en la
Escuela. Revista Tecnológica-Educativa
Docentes 2.0, 16(1), 37-42
https://doi.org/10.37843/rted.v16i1.368
M. Gómez-Gómez, "De la Homogeneidad a
la Diversidad en la Escuela", RTED, vol. 16,
n.° 1, pp. 37-42, may. 2023.
https://doi.org/10.37843/rted.v16i1.368
Maria Isabel Gómez-Gómez¹
School is in charge of getting students to learn to have a harmonic coexistence in the society.
However, the reality shows how difficult this task is for educators when facing the diversity
of the whole school community. This fact makes that educators prefer the homogenization
of all processes instead of attending that diversity. In this way, it is necessary to analyze the
role of the school in the transformation that is needed to create participative and democratic
environments where others are recognized from his diversity as an individual or as a group,
taking into account the research literature review that there is on the field. This analisis let
us give proof of the challenges education has to comprehend diversity as a key element for
the school coexistence which contributes to make the school be a space of colective
construction where different is understood as something inherent of human kind.
Keywords: Diversity, homogenization, school.
26/enero/2023
26/mayo/2023
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De la Homogeneidad a la Diversidad en la Escuela.
Gómez-Gómez, M. (2023). De la Homogeneidad a la Diversidad en la Escuela. Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0, 16(1), 37-42.
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Introducción
La escuela tiene la responsabilidad de lograr
que los estudiantes aprendan a convivir de manera
armónica en la sociedad, sin embargo, en la realidad
es un proceso complejo que demanda la revisión
desde distintas perspectivas; por ello en este ensayo
se pretende desarrollar un análisis crítico respecto a
cómo la escuela está llamada a la transformación,
para asumir el compromiso de reconocer la
diversidad como una alternativa que enriquece la
convivencia escolar y posibilita el desarrollo de
competencias que requieren los ciudadanos de un
mundo cada vez más global; se parte del concepto
planteado por Magendzo (2006) y Squella (1999)
quienes coinciden en concebir la diversidad como la
aceptación de la pluralidad, la inter y la
multiculturalidad, las distintas creencias,
emociones, formas de concebir e interpretar el
mundo, lo cual permite reconocer la individualidad
de las personas y aceptar al Otro como distinto.
Las características de los contextos educativos
contienen la diversidad en el sentir, pensar y actuar
de sus actores, pero resulta complejo comprender,
aceptar y respetar dicha diversidad. De ahí que aun
existan problemáticas de las que se prefiera no
hablar o que, cuestiones como el credo, la etnia, o la
inclusión de personas con capacidades diversas, se
conviertan en un obstáculo para los procesos que se
realizan en el aula o para lograr la aceptación entre
el grupo de pares, lo que ocasiona que sea más fácil
homogeneizar todos los procesos que atender la
diversidad. De modo que un mundo cada vez más
globalizado reclama escuelas más incluyentes en las
que se permita ser desde la singularidad y donde se
desarrollen competencias para convivir con el Otro
desde una mirada humana, recíproca y diversa.
Este análisis crítico permite identificar los
retos que tiene la educación para llevar a la práctica
procesos en los que se logre el respeto a la
diversidad como herramienta clave para la
convivencia escolar, así como los diferentes
caminos que deberán emprenderse para convertir la
escuela en un lugar en el que los estudiantes se
sientan aceptados, comprendidos, respetados y
valorados. Donde se favorezca el desarrollo de
competencias que les posibiliten reconocer al Otro
desde su individualidad, comprendiendo lo diverso
como oportunidad de construcción colectiva que
enriquece y complementa, más allá de lo que se ha
concebido como distinto o “normal”.
Para ello, se ha realizado un ensayo desde el
paradigma humanista con enfoque cualitativo, a
partir de la revisión de distintas investigaciones
acerca de la diversidad en el contexto educativo, así
como artículos científicos y planteamientos de
autores que aportan a la comprensión de la
trasformación que requiere la escuela desde la
mirada de la diversidad; de tal forma que se
abordarán en esta reflexión la homogeneización en
la escuela, la convivencia escolar y la diversidad.
Desarrollo
La sociedad actual diversa, globalizada y
cambiante requiere que la escuela reflexione
respecto de la formación de los educandos para
identificar los aciertos, retos y desafíos a que se
enfrenta y trazar una ruta que le permita transformar
desde dentro aquellos procesos homogeneizantes
que desconocen la singularidad y limitan el
desarrollo de competencias para comprender,
aceptar y valorar la diversidad, de tal forma que la
escuela se convierta en el escenario que promueva
la formación humana desde el reconocimiento del
Otro como individuo pero también como colectivo.
Homogeneización en la Escuela
En el devenir de la historia, la escuela ha
tenido la tarea de preparar y formar a los
ciudadanos, en ese camino se han dado avances
significativos marcados por cambios constantes que
responden al momento histórico, lo que le ha
permitido mantener su vigencia en el tiempo, quizás
porque como lo plantea Pineau et al. (2009), la
escuela ha sido una entre varias opciones y no la
única alternativa. En la actualidad la escuela no es
ajena a la realidad que se vive, por ello enfrenta cada
vez más retos para responder a las necesidades
cambiantes, las cuales no están centradas solo en los
aprendizajes que deben adquirir los estudiantes, sino
también en la formación del ser y del desarrollo de
competencias que posibiliten el convivir con otros.
De ahí que la participación de la escuela sea
determinante, porque tiene la responsabilidad de
formar integralmente a los ciudadanos, no de
cualquier forma sino de acuerdo con la realidad y las
necesidades propias del contexto y del momento
histórico, para lograr que cada persona pueda
reconocerse a sí misma como sujeto de derechos y a
su vez comprender que los derechos son para todos.
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Resulta complejo llevar ese ideal de escuela a
la práctica, debido a que existen sistemas
estructurados de tal forma que se excluye la
diversidad, puesto que de lo diferente suele surgir el
conflicto que enfrenta a las partes, por ello es común
que se tienda a la homogeneización y se niegue o
rechace dicha diversidad. Lo anterior se puede
evidenciar en la estructura y organización de los
procesos educativos, dado que desde sus inicios la
escuela adopta las pautas de algunas prácticas
pedagógicas relacionadas con lo eclesiástico o los
modelos laborales, que llevan en apartar una masa
del resto de la sociedad para educarla de una misma
manera (Pineau et al., 2009).
Esa homogeneización que ocurre en la escuela
tiende a la producción de individuos en serie que
responden a un currículo, normas, tiempos,
evaluaciones, jerarquías que se trazan por igual para
todos y se espera por ende que respondan de la
misma manera, que aprendan lo mismo y al mismo
ritmo, que cumplan las normas y practiquen
determinados comportamientos, lo que en cierto
modo, va en detrimento de la libertad e
individualidad del estudiante, o como lo plantea
Meirieu (1998) se convierte en el mito de la
educación como fabricación” (p. 34).
En ese proceso de “fabricar” al Otro, se pone
el énfasis en lo académico, en aquello que los
estudiantes deben saber, para responder a unas
exigencias, pero se abandona en cierto modo la
formación del ser, el acompañamiento que permita
al sujeto desarrollar su libertad de pensamiento para
acercarse al mundo y cuestionar lo que ahí ocurre.
Para que logre comprender, reconocer y aceptar al
Otro desde lo individual y desde lo colectivo; no
obstante, la realidad evidencia la constante
exclusión de lo diferente, el rechazo a lo diverso que
necesariamente daña y lastima a ese Otro.
De modo que aquel estudiante que no puede
avanzar al mismo ritmo y que se sale por tanto de lo
homogéneo queda relegado, ya no hace parte de ese
todo y empieza a ser tratado como lo diferente,
proceso que Skliar (2015) plantea como
“diferencialismo”. Por consiguiente, se categorizan
o disminuyen las cualidades que como ser humano
se tiene, para separar lo “normal” de aquello que no
lo es, como resultado se asignan valoraciones de
bueno o malo a estas diferencias, cuando la
diferencia es inherente al ser humano y no debería
por tanto, asignársele un valor calificativo que
separe a unos de otros.
Con el ejemplo vivencial que recibe el
estudiante en la escuela, la familia y la sociedad en
general, aprende rápidamente a señalar al Otro como
distinto, para observarlo no como algo que es propio
de la naturaleza, dado que toda la naturaleza es
diversa, sino para excluirle de aquella categoría
establecida como “normal”; entonces, desde las
prácticas homogeneizantes de la escuela y la
sociedad se lleva a los sujetos a sentirse a gusto en
dicha homogeneidad cuando se identifican con la
mayoría, lo que coarta la posibilidad de asumir una
postura crítica que les lleve a trasformar la manera
en que se relacionan con el Otro.
Por tanto, la escuela en su intento para
garantizar la igualdad tiende a dejar de lado la
conciencia de la diversidad, aun cuando en sus fines
estén los aprendizajes planteados por Delors (1996)
respecto del ser y del vivir con otros. En las
prácticas educativas hay cierta resistencia a aceptar
las diferencias, por ende aún se presentan
situaciones en las que se señala o etiqueta a los
estudiantes por determinadas características o
comportamientos, al pretender que en las aulas haya
una uniformidad que evite perturbar la rutina, no
cuestione o mantenga la idea del maestro como
dueño único del saber, como el que determina lo que
está bien de lo que está mal, más allá de los
argumentos.
Convivencia Escolar
La realidad actual da cuenta de las dificultades
presentes en la convivencia escolar que lleva a los
estudiantes a manifestar conductas de rechazo y de
violencia hacia sus pares, tal como lo evidencian las
cifras sobre violencia en el contexto escolar,
brindadas por el Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (Unicef, 2019) según las cuales, la mitad
de los estudiantes de 160 países, entre 13 y 15 años,
han sufrido violencia por parte de sus compañeros,
dentro de los colegios y en sus alrededores.
Es por ello, que dentro de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en la
Resolución 70/1 de 2015, se propone, dentro de una
de las metas del objetivo Educación de calidad, “la
promoción de una cultura de paz y no violencia, la
ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad
cultural” (p. 20). De tal forma que todas las
instituciones educativas tienen el compromiso de
aportar en el logro de dicha meta y para ello es
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preciso reflexionar sobre lo que se hace en la
realidad, sobre la necesidad de llevar a la práctica
las distintas propuestas encaminadas a atender la
problemática de la convivencia escolar.
Existen distintas políticas, estrategias y
acciones que se formulan para buscar ambientes
armónicos en las escuelas, no obstante, en el día a
día funciona de una manera diferente, dado que el
maestro ha asumido la tarea del conocimiento y se
espera que la escuela prepare para ese conocimiento,
mientras la formación del sujeto queda en un
segundo plano y bajo responsabilidades ambiguas
entre la familia, escuela, Estado y sociedad,
amparadas en el principio de corresponsabilidad,
por consiguiente, cada ente de este conjunto espera
que sea el otro quien asuma esa responsabilidad y se
culpabilizan entre unos y otros frente al surgimiento
de las problemáticas que enfrentan a diario los
educandos.
En otras palabras se responsabiliza a la
escuela no sólo de la crisis educativa, sino también
de las crisis sociales, culturales e incluso
económicos, mientras la escuela refiere cumplir con
su tarea, reclama a la vez por el escaso respaldo de
las familias que se mantienen al margen de los
procesos y no trabajan de manera conjunta, así como
de la inoperancia de algunas entidades del Estado y
de los modelos que presentan los medios masivos de
comunicación, que influyen necesariamente en las
decisiones de los estudiantes, dado que se
convierten en su principal referente al ser parte de
un mundo diverso y globalizado.
De esta manera se adoptan comportamientos
en los que se lastima, agrede o maltrata al otro, en
razón a una relación de superioridad o de
normalidad percibida por quien agrede respecto de
quien es agredido, situación que ocurre no solo en la
escuela sino en la sociedad en general, en donde se
aprecia la violencia como la única alternativa
posible para salir del conflicto derivado de las
diferencias y en donde ninguna de las partes quiere
ceder porque ello se convierte en sinónimo de perder
en un escenario en el que la competitividad está a la
orden del día, y así se repite el círculo mientras no
se asumen las responsabilidades para romperlo
porque al parecer no hay una conciencia de lo
colectivo, sino más bien de lo individual.
Por tanto, la escuela debe centrarse no sólo en
el conocimiento, sino que debe garantizar ser un
escenario seguro, democrático, en el que se viva la
diversidad, así que su finalidad no podrá ser colocar
individuos al servicio de la hegemonía dominante,
amoldados para cumplir sin pensar, sino que, como
lo propone Touraine (1997), sea la escuela del
Sujeto en donde se atienda a tres principios:
“orientar hacia la libertad del Sujeto personal, la
comunicación intercultural y la gestión democrática
de la sociedad y sus cambios” (p. 277).
Los anteriores principios implican el
reconocimiento de las demandas individuales y
colectivas por sobre la autoridad que se le otorga a
la escuela para imponer sus normas, la importancia
de la diversidad y el reconocimiento del Otro para
ser una escuela social y culturalmente heterogénea,
así como la capacidad de vivir el cambio por sobre
el principio del orden y otorgarle a la escuela un
papel activo de democratización.
Diversidad
Ahora bien, esa diversidad que se pretende
alcanzar debe superar la invisibilidad, el
ocultamiento y el silenciamiento del Otro, para
reconocer al ser del Otro como un legítimo Otro, en
el entendido que la relación de diversidad con
responsabilidad del Otro es plural, corresponde a un
nosotros, a una multiplicidad de Otros, en
consecuencia se requiere el compromiso y no la
imposición para convivir con la diversidad
(Magendzo, 2006).
En un mundo globalizado que se caracteriza
por una cultura que reduce al Otro, resulta complejo
lograr el reconocer a ese Otro, dado que se tiende a
negarlo por ser distinto debido al temor a la
diferencia (Han, 2017). De ahí que por ejemplo en
un grupo de pares se excluya a quien no posea
determinados equipos electrónicos, no haga parte de
algunas redes sociales o no vea ciertas series,
convirtiéndose en un Otro distinto que no tiene
cabida. En consecuencia se percibe como “normal”
excluirle o incluso violentarle, quizá no de manera
física sino más bien en su amor propio, porque no se
considera como un Otro que sea digno de construir
un vínculo; dejándole como caminos buscar Otros
con los cuales identificarse o aceptar los mismos
gustos, intereses o comportamientos para ser
aceptado como igual y encajar en donde fue
excluido.
Es así como el mundo digital impera y está
inmerso en la realidad en la que se desarrollan los
niños, niñas y adolescentes, quienes desde que se
encuentran en el vientre materno empiezan a
Gómez-Gómez, M. (2023). De la Homogeneidad a la Diversidad en la Escuela. Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0, 16(1), 37-42.
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familiarizarse con esa expulsión de lo distinto que
plantea Han (2017). Se identifican con una vida real
y otra vida que sucede en un universo tecnológico
en el que se debe lograr la incursión como parte de
lo homogéneo. Se busca el reconocimiento propio
pero bajo una identidad que no es clara, dado que se
desea todo lo que los medios ofrecen, se está presto
a imitar o seguir tendencias impulsadas por algunas
personas, visitar los mismos lugares, adquirir
determinadas modas, practicar los mismos retos y
todo ello se hace sin cuestionar el por qué, para qué,
o los efectos que puede generar para mismo o para
los demás.
Es esta entonces una sociedad que normaliza
otras formas de violencia desde el reforzamiento de
la identidad propia, una identidad egoísta en la que
solo importa el reconocimiento de mismo, en
donde se dice que hay una crisis de valores, que
nadie cumple las normas, pero donde a diario se ve
con indiferencia el sufrimiento del Otro, la pérdida
del valor de la vida humana, la vulneración de los
derechos y todo dentro de lo que se ha denominado
“normal”, cada persona se interesa por su bienestar
y el de su grupo homogéneo, mientras desaparece el
Otro como plural y colectivo.
En consecuencia, el pensamiento crítico
queda relegado a un segundo plano, aun cuando se
normalizan determinadas prácticas también se
tienden a justificar, lo que permite incluso el actuar
como un juez que tiene la autoridad de emitir un
veredicto ante los comportamientos de otras
personas, construyendo así una representación del
Otro como individuo y colectivo.
En este sentido, el reconocer al Otro solo es
posible cuando se genera una identidad con él, pero
no es una identidad desprovista de sentido,
superficial, momentánea, que no trasciende porque
no mueve a la empatía, no considera sus intereses y
necesidades sino solo la utilidad o el favor que
pueda brindar en un momento dado, así solo se
promueve la individualidad porque el Otro
representa un peligro y como lo plantea Bauman
(2003), la confianza solo puede estar sobre mismo
y ya no sobre los demás.
Así, con la desconfianza que produce el Otro,
no es posible reconocerle en su humanidad porque
representa un peligro, de modo que el acercarse a
ese Otro se hace con la prevención de quien puede
ser atacado, lastimado o lesionado, pero también
con la sensación de defensa ante el peligro que ese
Otro representa. En consecuencia, se hace más fácil
la justificación, aceptación y validación de aquellas
acciones que llevan a lastimar, excluir o señalar en
un mundo que tiende cada vez más a la
homogeneidad y a la individualidad.
Entonces para conseguir una verdadera
identidad con el Otro es necesario lograr verle como
Otro que es igual en su humanidad y que por tanto
precisa el reconocimiento de su diversidad, ya no
para excluirle sino para acogerle, renunciando a la
idea de “normalización” (Skliar, 2017), a los
estereotipos que encasillan y resguardan las
asperezas.
Conclusión
En este contexto surgen desafíos para la
educación en la sociedad actual, para lograr el
tránsito de la homogeneización a la diversidad, retos
que otorgan responsabilidades a los actores de la
sociedad, porque la transformación, si bien debe
ocurrir en la escuela, también requiere de lo
colectivo. Los maestros son sin duda actores
principales de este proceso de transformación, sobre
ellos recae el llevar a la práctica las políticas y
directrices, pero también el cuestionamiento de todo
aquello que vaya en detrimento del bienestar de los
sujetos educativos y de la construcción de
relaciones.
Este cuestionamiento debe ser primero
personal, para reconocerse en su rol de maestro con
todas sus implicaciones, para repensar su quehacer
desde lo genuino que requiere ser el arte de enseñar
y para identificar aquellas prácticas en las que se
excluye, categoriza y normaliza a los estudiantes;
por ello es necesario reflexionar sobre el concepto
mismo que se tiene de ese Otro, sobre cómo se
percibe, cómo se reconoce y qué lugar se le otorga,
porque cuando se mira a ese Otro como carente de
algo que solo el maestro puede otorgarle, se le
reduce y se le resta libertad de decisión.
Así mismo, el maestro está llamado no sólo al
rol de quien enseña sino también al rol de quien
aprende, de esta manera logra comprender que el
conocimiento es una construcción colectiva que se
enriquece con la diversidad de todos los que en él
participan, por ende se debe considerar esta
diversidad en el sentir, pensar y actuar para
favorecer los escenarios educativos, para brindar a
los estudiantes la oportunidad de participar y
desarrollar sus talentos y habilidades sintiéndose
parte del proceso.
Gómez-Gómez, M. (2023). De la Homogeneidad a la Diversidad en la Escuela. Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0, 16(1), 37-42.
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Por su parte, la escuela tiene un reto
importante para garantizar el reconocimiento y el
respeto de la diversidad, para lo cual precisa
transformar sus prácticas pensadas desde el lugar
que ocupa la escuela en la sociedad, la función que
desempeña, los propósitos que persigue y las
limitaciones que enfrenta. En consecuencia es
ineludible generar acuerdos frente a cuáles son las
necesidades del mundo actual, los ciudadanos que
se reclama formar y las condiciones que se requieren
para lograrlo, por tanto se piensa en un ciudadano
competente que responda a las demandas de la
globalización, pero en ese camino no puede dejarse
de lado la necesidad de educar para la libertad de
pensamiento, una libertad que impulse al sujeto a
reconocerse a sí mismo como parte de esa sociedad
y por tanto responsable de lo que ahí ocurre.
De esta manera se hace necesario que la
escuela se reconozca a misma como un Otro
colectivo del que forman parte sujetos diversos
inmersos en un mundo homogeneizante donde se
diluye la identidad cultural; este reconocimiento se
convierte en el punto de partida para salir del letargo
colectivo de la normalización de conductas que
afectan la convivencia escolar al invisibilizar,
ocultar y dañar al Otro, lo que evidencia el camino
hacia la construcción de una sociedad en la que se
restaure la confianza en el Otro al ser aceptado,
entendido, valorado y reconocido como un Otro
igual en derechos, pero diverso en su humanidad.
Finalmente, surgen cuestionamientos como:
¿las acciones que cada uno realiza en los distintos
escenarios en que se desenvuelve llevan a
invisibilizar o a dañar al Otro?, en el afán y la
velocidad con que se vive en el mundo actual ¿se ha
dejado de lado el reconocimiento verdadero,
consiente y genuino de ese Otro?, porque el camino
de la transformación involucra a todos como
sociedad.
Referencias
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