conductuales, el desglose de los contenidos en
unidades pequeñas y la recompensa a las respuestas
correctas de manera inmediata y frecuente” (De
Pablos, 2009, p. 102).
La importancia de esta corriente fue tal –
y de ahí parten muchas de las críticas que a ella
se hacen – que se llegó a considerar la
tecnología educativa como un medio de
organización, desde la ciencia, del sistema
completo de instrucción. Algunos de los
aspectos discutibles de esta “tecnificación” de
la educación proceden del interés, que parecen
mostrar estos postulados, en que los
estudiantes fueran homogéneos y predecibles
en sus comportamientos y, para ello el uso de
la tecnología educativa era vital para asegurar
que el proceso estaba bajo control, así como
sujeto a las condiciones que previamente
habían sido establecidas por diseñadores de
esas situaciones concretas de aprendizaje.
Unos años después, en los umbrales de
los 70, Bertalanffy con su Teoría General de
Sistemas rompió con la concepción de que
estos, en su conjunto, eran iguales a la suma de
sus partes y los caracterizó como un conjunto
de elementos que interactúan entre sí; de esta
forma estableció que los sistemas se definen
por sus características funcionales y
estructurales, facilitando una perspectiva con
un evidente substrato sistémico que fácilmente
se podía aplicar a la educación con el objetivo
de regular y controlar las variables que inciden
en el proceso educativo. Así, este
planteamiento - mucho más flexible que el
anterior- busca como determinar los objetivos
que se pretende alcanzar, movilizar los
elementos necesarios para su consecución y
comprender que los productos obtenidos no
son mera consecuencia de la yuxtaposición de
los elementos intervinientes, sino más bien de
las interacciones que se establecen entre ellos
(Cabero y Barroso, 2015, p. 27).
Con el transcurrir del tiempo, el modelo
conductista, que en su momento marcó un hito
en la evolución de la tecnología educativa
(TE), comienza a ser cuestionado y diversos
investigadores, entre ellos Brunner, plantean
nuevas rutas hacia la psicología cognitiva que
serán decisivas para los cambios en el diseño
de los materiales y en las estrategias didácticas.
Estos y otros desarrollos conceptuales se
constituyen como la base teórica en la que se
asienta el diseño instruccional, sobre todo de
aquellos modelos que se relacionan con el
diseño y selección de recursos para promover
el aprendizaje. “Estos modelos de carácter
secuencial incluían controles para la
superación progresiva de los contenidos
temáticos y la realimentación inmediata de la
respuesta dada” (De Pablos, 2009, p.105)
La psicología cognitiva dio paso a la
perspectiva constructivista, que difiere en gran
medida de la propuesta objetivista planteada en
el diseño de instrucción. Implica reconocer al
alumno como el gestor de su propio
conocimiento y asignar al profesor la
responsabilidad de crear los entornos ricos y
experienciales para que esto sea una realidad.
¿Qué es la Tecnología Educativa?
Si se parte de la premisa que las TIC no
son simples herramientas que pueden utilizarse
para “transformar industrialmente” la
información, se puede extrapolar entonces que
la tecnología aplicada a la educación, no se
restringe exclusivamente al uso de artefactos
informatizados a los procesos de enseñanza –
aprendizaje con un cierto carácter motivador.
Esta visión reduccionista que fue considerada
correcta durante ciertas fases históricas de la
evolución del término, se ha visto enriquecida
con la concepción actual que la relaciona y
vincula con el diseño de la instrucción, en tanto
es un proceso que incluye, entre otros, la
planificación y estructuración de materiales
didácticos.
Se puede entonces hablar del diseño
instruccional como “el medio tecnológico que
mejor puede garantizar una enseñanza
eficiente, perfeccionable, fruto de la reflexión
y de los logros de la ciencia psicopedagógica”.
Retos y desafíos
La educación enfrenta profundos
desafíos como consecuencia de la introducción